¿Hay alguien ahí?

¿Hola? ¿Se me escucha? [Da un par de golpecitos al micro] Bueno, vamos allá…

A finales del año pasado, en un día particularmente estresante, formulé el propósito de volver a escribir con regularidad en 2022. Dicho así suena muy solemne, pero el momento fue más parecido a un resoplar hastiado sobre la taza de café que a una epifanía. El asunto es que, enterrado en las obligaciones del día a día (mi negocio, mi familia, el murmullo agotador de la actualidad), me resulta muy, muy difícil encontrar la motivación para escribir sin tener un por qué: un público, por pequeño que sea, que justifique el esfuerzo. Seguro que hay quien de verdad es capaz de crear para sí mismo, pero a estas alturas se me hace imposible sacar tiempo de debajo de las piedras sólo para llenar cuadernos.

Tengo mis redes sociales, claro; pero quienes me siguen ahí lo hacen por otros motivos, y mis pulsiones creativas no les interesan un pimiento. Un poema o un dibujo resulta completamente fuera de lugar, como si me estuviera subiendo en un cajón de fruta a gritar versos en mitad de la Gran Vía. Además, el ruido y la prisa inherentes a Twitter, donde estoy más activo, hacen que una pieza (por la que uno quizá ha perdido horas de sueño) quede enterrada en cuestión de minutos. Cómo pedirle a alguien que te lea con calma si para esta misma noche ya eres agua pasada.

En un ataque de nostalgia, me puse a repasar el viejo blog que tenía cuando era un chaval, creado precisamente para tener donde colgar lo que iba haciendo. Y como veinte años no es nada, qué febril la mirada y tal, me dije: ¿por qué no recuperarlo? Total, no es como si los blogs hubieran pasado completamente de moda y ya no los leyera nadie, ¿verdad? ¿Qué puede salir mal? Pero al darle vueltas al asunto, pensé que no tenía mucha gracia abrir una web personal (aparte de quedar un poco egocéntrico de más). En aquel viejo blog de hace tantos años, pronto invité a dos buenos amigos a publicar conmigo. Para motivarnos mutuamente, pero también porque todo es más divertido con tu gente cerca.

Si voy a resucitar el blog, me dije, ya puestos por qué no hacerlo los mismos tres amigos. Aunque seguimos hablando a menudo, hace más de diez años que no nos vemos, desde que cambié Málaga por Madrid. Somos tres personas con circunstancias sideralmente distintas, y poco queda en nosotros de aquellos tres chavales; y al mismo tiempo, diría que en lo fundamental no hemos cambiado tanto. Tenía su gracia la idea de ver a través de nuestra obra por dónde nos han llevado nuestros caminos divergentes. Así que les mandé un mensaje. Manu, Ale, ¿por qué no volvemos a abrir un blog los tres juntos? Suponía que declinarían amablemente la oferta, enterrados como están igual que yo en la prisa cotidiana.

Me dijeron que sí. Y puestos a hacer la broma completa de fingir que volvemos a tener dieciocho años y tanto que decirle al mundo, decidimos recuperar el mismo título para la web. Reabrimos, pues, Diverso Variable (como si alguien más que nosotros lo hubiera echado de menos). En su día le puse ese nombre tan raro al blog porque, al preguntarme alguien de qué iba a ir la cosa, respondí que sería “de temática diversa y periodicidad variable”. La idea sigue siendo la misma: igual colgamos un día una canción que un poema, un cuento que una tira cómica o un breve ensayo. Tenemos cierto vago compromiso de actualizar de vez en cuando, pero tampoco podemos prometer mucho; al fin y al cabo, escribimos y creamos en los márgenes de nuestras vidas, y no siempre podemos decidir cómo de anchos son. Tampoco descartamos que acabemos invitando a más amigos porque, en fin, cuantos más seamos más reiremos.

Ahora mismo este sitio es como la fotografía que acompaña este texto: un espacio vacío esperando que le demos forma. Tomen sitio y pónganse cómodos, que dentro de nada iremos llenándolo lo mejor que sepamos.

Antonio Santo es escritor, aunque durante el día oculta su identidad secreta dirigiendo Jaleo, una agencia de comunicación especializada en la industria del videojuego. Ha publicado cosillas aquí y allá en revistas y antologías de poesía joven. En 2008 consiguió la beca de la Fundación Antonio Gala para poder pasarse un año sin tener que fingir que trabajaba. En 2012 fue el único poeta español invitado al World Event Young Artist, encuentro internacional de artistas dentro del programa de los JJOO de Londres. Aunque ya está retirado de las tablas, también se ha pasado 15 años subido en escenarios cantando, contando historias y recitando poesía; tiene un EP llamado "Mi némesis particular" que se puede escuchar gratis en Spotify. Vive en Madrid con su mujer y su hija. Lleva sombrero y su madre dice que es muy apañao.

De recuerdos y lugares felices

Carmen

Sobre la nostalgia

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